El pez por la boca muere


Las palabras desnudan la verdadera ideología. Uno puede andar por la vida disfrazado de progre, pero en algún momento el lenguaje lo traiciona y deja entrever el fascista, el arribista que lleva adentro. En las últimas horas hemos visto cumplirse este aforismo con rigurosidad matemática. 

La Presidenta de la Nación llamando "buitres" y "caranchos" a los jubilados a los que negó -veto por medio- el 82 por ciento móvil que ordena el artículo 14 bis de la Constitución Nacional. (Insulto que abarca a su propia madre Ofelia Esther Wilhem, quien le ganó un juicio al ANSES, aunque después donara el importe a la Casa Cuna). 

Si la Jefa del Estado es pródiga en agravios qué decir de sus corifeos; el poema a la mierda del ex periodista de Clarín y La Nación, Orlando Barone, lo descalifica a él mucho más a él que a sus destinatarios. 


Por desgracia, la imprudencia verbal aqueja también a un presidente sudamericano que ha hecho cosas buenas, como asilar a Julian Assange, el creador de Wikileaks, perseguido a muerte por Washington debido a sus oportunas revelaciones. De visita en Argentina, Rafael Correa minimizó el martirio de las víctimas de la AMIA comparándolas -en un temerario cuentacadáveres- con los muertos de la agresión imperialista a Libia. 

No le podemos permitir a un mandatario extranjero -por más aliado sudamericano que sea- que se entrometa con una de las mayores tragedias de nuestro país agraviando la memoria de los mártires de la AMIA que eran argentinos. Y el gobierno que lo recibió con todos los honores debidos a un estadista amigo, debió decírselo con toda crudeza. Es necesario repetirlo: la imprescindible alianza con otros pueblos y gobiernos sudamericanos no le otorga permiso a ningún aliado para opinar irresponsablemente sobre temas internos tan sensibles y delicados como el atentado terrorista contra la AMIA.
Sería bueno para todos que Correa pidiera disculpas.

Quienes no se disculpan para nada son los funcionarios de este gobierno que unen la acción a la palabra, ratificando sus políticas antipopulares -como lo ha hecho el titular del ANSES, Diego Bossio- al ignorar el fallo de la Corte Suprema ("no tiene ninguna implicancia",dijo) y anunciar que seguirán apelando las sentencias favorables a los jubilados.

Es curioso: hasta el ultrareaccionario Domingo Felipe Cavallo lloró lágrimas de cocodrilo cuando un anciano le reclamó en la cara la situación de miseria que padecían los jubilados. A los ministros actuales no les hace falta llorar porque están protegidos con la mejor de las varitas mágicas: no nos critiquen porque viene la derecha.

Miguel Bonasso

Buenos Aires, 5 de diciembre de 2012