Repudio total a la salvaje represión en el Hospital Borda




La Metropolitana es la Gestapo de Macri. Hay que denunciar al gobierno porteño ante la CIDH por la represión criminal en el Borda. Marchemos el martes próximo con ATE en repudio a este fascismo inmobiliario que destruye centros hospitalarios para hacer negocios. Hay que recordar atentamente los nombres de quienes salieron  a justificar la ordalía represiva de los pretorianos de Macri: María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta  y Guillermo Montenegro. Que la justicia determine qué clase de “protocolo” ampara legalmente el ataque a médicos, paramédicos, pacientes y periodistas. Que la justicia determine, también, si hubo una orden legal de desalojo y cuáles fueron sus términos.

Destacar que, a 24 horas de que el oficialismo kirchnerista aprobara a presión la limitación de las cautelares, el gobierno capitalino subraya con balazos de goma y garrotes que las cautelares fueron  previstas constitucionalmente para proteger a los ciudadanos más débiles (como los internos del Borda) de la posible arbitrariedad de los funcionarios públicos y los poderes privados.

Ciceron escribió para la Argentina: Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?

Gramsci y el Tyrannosaurus Rex


Por Miguel Bonasso. Buenos Aires, 21 de abril de 2013.

Las antinomias de Antonio Gramsci
Lo que está ocurriendo en la Argentina resulta una encarnación espectacular de los conceptos básicos de Antonio Gramsci: sociedad civil y sociedad política. El gran teórico del comunismo italiano se hubiera maravillado ante la representación casi perfecta de sus antinomias en la gran marcha nacional del 18-A.

Por un lado, la sociedad civil (pluriclasista) saliendo a la calle para reclamar o defender diversos derechos cívicos en una reivindicación polimorfa pero única, por el otro la parte opositora de la sociedad política dividida, desorientada, marchando detrás de aquellos a quienes debería representar sin poder lograrlo.


Completando el cuadro, la parte oficialista de la sociedad política enojada ante la manifestación de la sociedad civil, procurando reducir el número de manifestantes en un estúpido regateo que vuelve a descalificarla.


Las dos categorías centrales del pensamiento gramsciano siguen sin encontrarse.


El teorema de Sandler vuelve a evidenciarse: la argentina es una sociedad con gran energía política y muy escasa cultura política.  


         En el pasado ese desencuentro entre sociedad civil y sociedad política produjo resultados lamentables. La formidable energía tectónica que se liberó el 29 de mayo de 1969 en el Barrio Clínicas de Córdoba no logró ser encauzada por los sectores más radicales y terminó bajo el ala de Juan Perón que la malversó en beneficio de la reacción, hasta que su muerte (más que previsible) dejó al país a merced de los asesinos.

         El estado asambleario de la ciudadanía, que estalló en mil colores tras la jornada heroica del 20 de diciembre del 2001, se fue miniaturizando al compás del infantilismo izquierdista, hasta que el duhaldismo primero  y el kirchnerismo después vinieron a ocupar el centro de la escena.

         Más inteligentes que Duhalde, Kirchner y Cristina acoplaron a su gestión algunas de las reivindicaciones de aquel gran diciembre que tumbó al estólido y perverso De la Rúa. Reivindicaciones que tenían que ver –curiosamente- con la calidad institucional de la República. Aunque la desocupación y el corralito jugaron un papel protagónico en el estallido, también pesó de manera decisiva el clamor para que se acabara la impunidad (respecto al genocidio y la corrupción) y el cambio de una Corte Suprema de letrina por un tribunal superior que hiciera honor a su altura jurídica.

         El cumplimiento (parcial) de estas reivindicaciones cívicas fue recompensado con el respaldo ciudadano. Kirchner, que había sacado el 22 por ciento de los votos en los comicios del 27 de abril de 2003, saltó rápidamente a un 70 por ciento del apoyo popular en todas las encuestas.

Prodigioso capital que descendió vertiginosamente en la “guerra gaucha” del 2008 y su secuela electoral del 2009 y luego logró ser recompuesto, tras su muerte y el irresistible ascenso al 54 por ciento.

         ¿Qué es lo que ocurrió, entonces, entre aquel resultado electoral y el repudio de grandes sectores ciudadanos que se evidenció en las marchas del 13S; el 8N y el 18A? El cansancio ciudadano ante la comprobación de que persiste la cópula entre política y negocios. La evidencia de que la corrupción mata e impide la construcción de un verdadero Proyecto Nacional. La aplastante convicción de que los sinvergüenzas van al sector VIP de las discotecas y no a la cárcel. Que el Estado es un botín para los políticos y la división de poderes una cuasi ficción que se intenta perfeccionar –para mal- acabando de una buena vez con el escaso margen que le resta a la justicia. 

         Resulta algo simplista decir que una cosa fue la era de Néstor y otra totalmente diferente la de Cristina, como si la pareja presidencial no conformara una díada político-ideológica que construyó a medias lo que suele llamarse el Modelo K. Una suerte de peronosaurio patagónico que ya ha cumplido diez años de edad. 

         La creación del Peronosaurio los unifica más allá de algunas diferencias entre los primeros años de Néstor y los últimos de Cristina, como el superávit fiscal de Kirchner y el déficit de su viuda. O el aplauso ante una corte de juristas respetados que ahora ha sido reemplazado por los destemplados improperios de la señora Bonafini contra esos mismos juristas.

         Lo que hoy apesta ya estaba en germen en el gobierno de Néstor. Los testaferros afilaban los cuchillos para el festín de las licitaciones. Más que para gestar una “nueva burguesía nacional”, para armar en las sombras el Grupo Económico K: las garras, las fauces y el sistema digestivo del Peronosaurio.

         Con un nuevo esquema de la asociación obligatoria, que logró superar al diezmo menemista: “vas a ganar todas las licitaciones pero yo voy a tener el diez por ciento de tu empresa”.

         Este el secreto a voces que no alcanza a descubrir la justicia federal de Comodoro Py, donde los allanamientos parecen un travelling de Tarkovsky. La urdimbre real de la podredumbre política, tapada por la eclosión cloacal de las malas fariñas, la tv basura, los desorientadores de opinión y las hetairas que evocan la decadencia del menemismo y su epítome: el jarrón de Cóppola. ¿Hasta cuando, joven, hasta cuando?

         Esta es la clave que oculta el incienso de los “intelectuales K”. El acertadísimo reemplazo de los eructos de Gostanian por los razonamientos alambicados de “filósofos” como Forster ante la mirada  comprensiva de Feinman el Malo, convenientemente cristinizado por el olio sagrado de Cristóbal López y sus tres mil tragamonedas.

         Progresistas y fascistas conviviendo en el vientre del Peronosaurio Patagónico en transición -cada vez más notoria y acelerada- hacia el Tyrannosaurus Rex. Hacia la absolutización del poder.



         Así, frente a un sector de la sociedad política cada vez más ávido de poder y otro sector –el opositor- fragmentado e ineficiente, emerge nuevamente la reacción multiforme de la sociedad civil expresando con  nitidez su rechazo ante la degradación del Estado de Derecho, que alcanzaría niveles insoportables con una nueva reelección en el 2015.

         Reacción imprescindible pero insuficiente.

         ¿Cómo traducir esa energía en propuesta política? ¿Cómo superar el escepticismo justificado de la sociedad civil frente a los vicios e ineptitudes que caracterizan a vastos sectores de la sociedad política?

         El mero amontonamiento de dirigentes no garantiza el éxito. El fracaso total de la Alianza es la mejor demostración de que la unidad por la unidad no sirve. Retroceder hacia una construcción política que tuviera como objetivo excluyente desplazar al poderoso de turno (llámese Menem o Cristina) sin definir simultáneamente las grandes metas programáticas que la fuerza emergente pretende alcanzar, sólo conduciría a una nueva frustración colectiva.

         Al mismo tiempo, es indudable que el proyecto continuista no será electoralmente derrotado sin una imprescindible sumatoria de votos. Ya. Con la urgencia del caso. No se avizora un 2015 victorioso sin un 2013 que levante una primera barrera contra el avance autoritario del gobierno.

         ¿Cómo lograr dos objetivos que parecen antagónicos? Es un tema arduo, difícil, que trasciende los modestos límites de esta reflexión puntual sobre el pasado 18 de abril, pero que nos convoca a todos los que pretendemos vivir en un país donde la justicia social y la libertad no sean términos antitéticos.

         No sobra el tiempo, pero aún es posible intentar una política de grandeza y desprendimiento como la que la sociedad civil está reclamando. Los dirigentes más honestos y decididos de la sociedad política deben ponerse a la altura de este momento histórico, en el que hacen falta más que nunca las ideas superadoras y los compromisos éticos de cara a la sociedad civil.

         El país necesita más que nunca un gran frente que trascienda las fronteras partidarias y se proponga erradicar para siempre el vínculo perverso entre negocios y política.

         Es imprescindible derrotar al grupo faccioso que pretende eternizarse en el poder, pero de poco nos serviría si no derrotamos simultáneamente a la corrupción que mata, se disfraza y se multiplica como una hidra de mil cabezas. No sólo en la sociedad política sino también en la sociedad civil.

         Como cualquier cambio cultural, no será rápido ni fácil. Pero, como reza un proverbio oriental todo comienza con un primer paso.
         Tal vez con un Pacto. Que no puede ser el de Olivos, sino el que sellaron los ciudadanos en las calles de la República.

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No hay Lama sin Pascua


Por Miguel Bonasso. Buenos Aires, 11 de abril de 2013

               Como compadres de esquina que buscan disimular el efecto de la trompada recibida, el gobernador de San Juan José Luis Gioja y sus patrones de la Barrick Gold, salieron a decir que el fallo de la justicia chilena ordenando la suspensión de los trabajos en el complejo binacional Pacua-Lama, no afectaba la operación megaminera en el lado argentino.
 
“En Lama se sigue trabajando normalmente”, dijo Gioja en sintonía con la empresa canadiense.  Omitió recordar lo que resulta inocultable: el 75 por ciento del mineral se encuentra en Chile. Argentina pone –en cambio- el 90 por ciento del agua. Pascua y Lama están indisolublemente unidos. A tal punto que hubo que hacerles un exótico tratado binacional a medida, que firmaron los presidentes Carlos Menem y Eduardo Frei en 1997, amén de numerosos convenios parciales, como el acuerdo secreto que firmó el titular de Hacienda de la Argentina, Juan Carlos Pezoa con su similar chileno, para admitir precisamente que la mayor carga tributaria se aplicaría en Chile, porque este país aportaba tres cuartas partes del material.

Después de haberse llenado la boca con “el primer emprendimiento minero binacional de la Tierra” ahora funcionarios y ejecutivos hablan de Lama, la parte argentina del complejo en la que se asienta –entre otras cosas- el temible dique de colas donde yacerá de regalo el barro cianurado. De Lama habla Gioja y de Lama habla el secretario de Minería de la Nación, el socio minoritario de Barrick, Jorge Mayoral, que dijo muy suelto de cuerpo: “Nada de lo que acontezca del otro lado va a afectar a Lama”.

Algo distinto piensan los que manejan el dinero, porque las acciones de Barrick Gold en Wall Street se derrumbaron en más de un ocho por ciento el jueves 11 de abril. Ese mismo día cayeron 8.62 por ciento en el mercado de Toronto, sede de la megaminera.
Algo sabe de esto otro socio minoritario de Barrick y miembro de la Cámara Minera de San Juan, el geólogo Ricardo Martínez. Que encendió la alerta roja: “es imposible que Lama (ubicada en San Juan) se desarrolle sin Pascua, porque a mediados de 2014 está previsto comenzar con la explotación minera del lado chileno, la del lado argentino está recién para el 2015. Nunca fue previsto un desarrollo individual del proyecto, sino conjunto; y esto va a retrasar aún más la etapa de producción”. Luego, sorpresivamente cargó contra un comprovinciano de su mismo bando, el Secretario de Minería Mayoral: “lamentablemente nuestro Secretario de Minería vuelve a renegar de su profesión (geólogo). Es imposible que ocurra lo que plantea Mayoral. Son menores las reservas en Argentina que del lado chileno”.   

La causa es, obviamente, el fallo ejemplar de la Corte de Apelaciones de Copiapó, en el desértico norte chileno, que vino a darle la razón a los regantes del Valle de Huasco. En este caso particular a miembros de la etnia diaguita.

Ese fallo, que para Barrick y sus funcionarios a sueldo, es provisorio, tiene implicaciones decisivas para Argentina, el único país de la tierra que cuenta con una ley de protección a los glaciares y las áreas periglaciales, porque se fundamenta –precisamente- en “la destrucción de glaciares y la contaminación de recursos hídricos”.

La justicia chilena viene a confirmar lo que sostuve cuando presenté y defendí la ley de glaciares en la Cámara de Diputados y luego en mi libro “El Mal. El Modelo K y la Barrick Gold, amos y servidores en el saqueo de la Argentina”: que la empresa había mentido en su estudio de impacto ambiental y estaba operando sobre glaciares y áreas periglaciales. La Corte de Copiapó viene a demostrar que las medidas cautelares solicitadas a la Corte Suprema de Argentina por la Barrick Gold eran una confesión indirecta de que para llevar a cabo su emprendimiento necesitaban destruir estas vitales fuentes de agua, que nacen en la Cordillera de los Andes pero discurren por todo nuestro territorio.

Demuestra que el amparo interpuesto originalmente ante el juez federal de San Juan, Miguel Gálvez, constituía una sucia treta para secuestrar la ley de glaciares en el territorio de San Juan. Objetivo que lograron durante meses, hasta que la Corte Suprema puso fin a esta cautelar que el gobierno de Cristina Kirchner –tan enemigo en apariencia de las chicanas judiciales- no consideró en modo alguno nociva. Porque ya se sabe: hay cautelares buenas y cautelares malas.

Los jueces chilenos acogieron el recurso judicial presentado por la comunidad diaguita a través de su abogado Lorenzo Soto, recordando la serie de sanciones y apercibimientos que la autoridad administrativa le aplicó a  Minera Nevada SPA (el nombre legal de Barrick en Chile), por graves irregularidades en el manejo del medio ambiente.

En octubre pasado el Servicio Nacional de Geología y Minería (SERNAGEOMIN) dispuso el cierre temporal de las operaciones de perforación, tronadura, remoción de tierras y vaciado en botadero de estériles de Pascua Lama.

En noviembre de 2012, el SERNAGEOMIN obligó a la minera a suspender tareas de excavación ante  un exceso de material fino en suspensión que representaba un riesgo para la salud de los trabajadores.

En marzo de este año Barrick fue multada varias veces, hasta sumar 258 mil dólares, por el Servicio de Evaluación Ambiental de la región chilena de Atacama. Entre otras causas,  por incumplimientos en su plan de monitoreo de glaciares.

En abril, la Superintendencia de Medio Ambiente (SMA) de Chile acusó a la empresa de no haber construido canales perimetrales que permitan el manejo de ácidos de su depósito de estériles.
Lo que se llama un buen prontuario.

Es difícil trasladar la alegría al futuro y no pensar en todas las trampas que llevará a cabo el mayor productor de oro del mundo. Al cabo, aquel ambicioso proyecto binacional que empezó con una nada desdeñable inversión de tres mil millones de dólares, se ha triplicado. ¿Podrá una corte provincial de Chile frenar un gigante que ya se calcula en 9 mil millones de de dólares?
 
Ojalá. Compartimos el júbilo y la cautela de las organizaciones de regantes del Valle de Huasco ante la histórica medida judicial, que demuestra lo obvio: “no se puede trabajar en un ecosistema glaciar sin dañarlo”.

Sus advertencias respecto a posibles propósitos subalternos del abogado de los diaguitas Lorenzo Soto: “si sus acciones pretenden conducir hacia compensaciones económicas reiteramos que para nosotros el agua vale más que el oro y que no estamos dispuestos a negociar la afectación de nuestras reservas hídricas”.


Pero, sobre todo, hacemos nuestro el principal reclamo, que vale para Pascua y para Lama, para Chile y Argentina: “exigimos la revocación definitiva del permiso ambiental de Pascua Lama, debido a la enorme cantidad de antecedentes nefastos que acumula este proyecto, que pone en cuestión la sustentabilidad de nuestra cuenca y de la cuenca de San Juan por el lado argentino”.

 
Eso es. Una bella bandera para llevar a las calles argentinas el próximo 18 de abril.
“BARRICK, GO HOME”.


Entrevista a Miguel Bonasso sobre Pascua Lama en el programa de
Jorge Lanata. 11 de abril de 2013.



Chau Barrick!!

¡Gran triunfo! La justicia chilena suspendió el Proyecto Pascua Lama en defensa de los glaciares. Ahora debe fallar la Corte Argentina.
 

Tragedia climática y farsa política


Por Miguel Bonasso. Buenos Aires, 5 de abril de 2013.


La furia popular trasciende las internas del oficialismo y las broncas con gobernantes opositores: en La Plata los inundados putearon ecuménicamente a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a su cuñada, la ministra Alicia Kirchner y al gobernador bonaerense Daniel Scioli. En la ciudad de Buenos Aires, el viajero Mauricio Macri y sus aláteres del PRO también cosecharon el odio de los vecinos. Odio popular contra la clase política más que justificado: seis muertos en la CABA, dos en el Gran Buenos Aires y 51 en La Plata. (Aunque algunas fuentes sostienen que hubo más de 100 víctimas fatales que se estarían escamoteando porque entre ellas habría niños y aún bebés). 

         Incluso si fueran 51 (curiosamente la misma cifra que la masacre de Once) ya sería una de las peores tragedias “naturales” sufridas por los platenses. Pero ¿es natural? ¿es meramente climática, como dijo Mauricio Macri mientras defendía su derecho a vacacionar en Brasil?

         Sólo alguien con muy mala fe podría negar la incidencia en estos eventos -cada vez más frecuentes y catastróficos- del cambio climático, que al cabo no es “natural” sino “ambiental”, es decir producto de un sistema que se llama capitalismo. El desplome de 400 milímetros de agua en apenas cuatro horas, (que bate todos los récords históricos), parece inscribirse claramente en esta aterradora fenomenología que supimos conseguir.

         Pero los políticos aludidos y otros aún más cínicos o cobardes, como el alcalde de La Plata Pablo Bruera, no fueron interpelados por una situación meteorológica global, sino por su negligencia criminal ante los desafíos concretos del territorio que deben administrar y su insensibilidad mineral ante el sufrimiento de sus conciudadanos.

         Sus dichos los desnudan: “Hay algunos que no son vecinos sino agitadores y violentos que no quieren ayuda”, dijo Alicia Kirchner con el lenguaje policial que se le pegó de sus tiempos como funcionaria de la dictadura militar. 

         “La lluvia no es radical ni peronista, es lluvia”, sermoneó su cuñada la Presidenta a los vecinos de Tolosa (su barrio natal en La Plata) cuando se quejaban porque nadie los había ayudado en las horas del terror, cuando eran arrastrados por la correntada o morían ahogados dentro de sus coches y sus casas.

         Mientras los ciudadanos enterraban a sus muertos y se despedían de lo que tanto les había costado, los dirigentes políticos jugaban al Gran Bonete, repartiéndose las culpas. Según Macri, las obras en los arroyos Vega y Medrano no se han ejecutado todavía porque la administración nacional no le otorgó al gobierno metropolitano los avales necesarios para obtener financiación externa; según los voceros oficialistas porque el alcalde porteño es un vago y priorizó otras obras como el Metrobus. Una polémica estéril, entre ellos, que no les va a servir para ocultar ante la sociedad civil lo que desnudaron estas inundaciones: la ausencia total del estado y el desastre como consecuencia inevitable de la falta de planificación. Tanto Buenos Aires como La Plata son ciudades que se desarrollaron a partir de las fuerzas ciegas del mercado, con la renta inmobiliaria como patrón para la ocupación del espacio urbano, con el cemento suprimiendo espacios verdes que filtraban el agua. La codicia inmobiliaria alza sus torres gigantescas, sin importarle que sus enormes cimientos opongan barreras subterráneas al drenaje. 

         La miseria, la marginalidad, los negocios sucios, convierten la ciudad capital en un basurero que recuerda las páginas más sórdidas de Víctor Hugo, con esas bolsas negras “de consorcio” que taponan las coladeras y flotan después, junto a los autos, en esos rápidos temibles en que se han convertido aquellas calles que Borges prefería enternecidas de sombra.    

         Y esto ha ocurrido y sigue ocurriendo a pesar de las advertencias de expertos y académicos. 

         El intendente de La Plata, Pablo Bruera, no sólo es culpable de haber mentido en el tweet diciendo que estaba junto a los inundados, cuando se asoleaba en Brasil (de donde regresó recién el miércoles 3 de abril por la mañana), sino también de haberse pasado por la entrepierna un informe del Departamento de Hidráulica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de La Plata que, en 2007, cuando el alcalde asumía sus funciones, le advirtió que había problemas de desagüe en la cuenca del arroyo El Gato. Precisamente el arroyo que atraviesa San Carlos, Ringuelet y Tolosa, los barrios más castigados por la última inundación.

         Según un imprescindible trabajo del Centro Cultural Alejandro Olmos, “en los últimos diez años la construcción creció como nunca antes  en La Plata” (…) Los números que maneja el Colegio de Arquitectos de La Plata son elocuentes: tras la parálisis de 2001, entre 2003 y 2008 se construyeron 800 mil metros cuadrados. Y esa misma cifra se levantó en los últimos dos años”. 

         A la ausencia del estado en la planificación urbana hay que sumarle la total incapacidad para prever catástrofes y hacerles frente cuando se presentan. La queja generalizada de los ciudadanos –tanto en Buenos Aires como en La Plata- fue la inexistencia de una verdadera Defensa Civil que evacuara a los vecinos en peligro o los auxiliara de manera rápida y eficaz cuando todas las previsiones resultaron desbordadas.

         “Nos dejaron solos” fue la queja más escuchada. Un grito de terror en la noche del miércoles, que sólo fue percibido muchas horas después, cuando algunos funcionarios se acercaron a las víctimas y se sorprendieron por las puteadas. 

         Los dirigentes políticos argentinos son –salvo escasas y honrosas excepciones- tan soberbios como ignorantes. Por esa razón, es poco probable que reflexionen sobre el efecto profundo y deletéreo que suelen tener las calamidades “naturales” sobre los procesos sociales y políticos. Es poco probable que sepan, por ejemplo, que el terremoto de Nicaragua en 1972, acrecentó de manera decisiva la furia popular en contra de la dictadura de Anastasio Somoza, favoreciendo el triunfo sandinista, que ocurrió apenas siete años después.

         Tampoco deben haber meditado sobre el revulsivo que significó el gran temblor de 1985 en la sociedad mexicana. La ausencia del estado, la participación siniestra de los propios efectivos policiales en actos de saqueo (en los barrios más pobres) y la consecuente organización solidaria de los propios vecinos, llevó –en apenas tres años- a la derrota electoral del PRI (Partido Revolucionario Institucional) el partido único que gobernaba desde 1929. Esa derrota fue ocultada con una supuesta “caída del sistema” electoral y ascendió al poder de forma espuria Carlos Salinas de Gortari. Pero el pueblo mexicano sabía la verdad: en realidad había ganado un nuevo líder popular, Cuauhtemoc Cárdenas, hijo del legendario presidente Lázaro Cárdenas.

         A pesar del fraude, la hegemonía priista estaba resquebrajada y en el 2000 tuvieron que dejar la Presidencia que habían ocupado durante setenta años.

         Es verdad que se trata de distintas realidades nacionales, de distintas culturas políticas y de diferencias enormes entre catástrofe y catástrofe, ya que el sismo mexicano del 85 produjo miles de muertos, pero no cabe duda que la inoperancia estatal frente a la trágica inundación ha colocado a la clase política argentina en la mira de la sociedad civil.

         Seguramente la inmensa mayoría de los ciudadanos ignora que en la década 2003-2013, los esposos Néstor y Cristina Kirchner, dispusieron de una caja gigantesca de 500 mil millones de dólares, que hubieran podido servir para reindustrializar el país y reconstruir y ampliar una infraestructura decimonónica y prefirieron –en cambio- alimentar una política asistencialista. Visible, como las remeras de La Cámpora, pero superficial y de corto plazo.
         Muchos no conocen la contundencia de las cifras, pero intuyen que los recursos fueron despilfarrados. Y en algún momento harán notar –de eso estoy seguro- que ese dinero no pertenece a una facción sino al conjunto del pueblo argentino.


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